La Hacienda

Hacienda Gentileza

Historia de la Hacienda

En el corazón de Lurín, rodeada de jardines, caballos de paso y la serenidad del campo, se levanta Hacienda Gentileza. Más que un espacio para celebraciones, es un legado de amor y tradición. Su fundador, el Dr. Mario Vidal Olcese, apasionado de las tradiciones peruanas, soñó con construir un lugar donde la naturaleza, la elegancia y la cultura se unieran para crear recuerdos inolvidables. Cada árbol plantado y cada rincón diseñado de la hacienda responde a ese sueño: que las personas pudieran celebrar la vida en un entorno que respire historia, belleza y autenticidad.

Una historia de amor que va más allá de la vida

El alma de la hacienda está en su capilla consagrada, nacida como un acto de amor eterno. El Dr. Mario Vidal Olcese la construyó para su esposa, como símbolo de la promesa de estar juntos siempre, en la vida y más allá de ella. No fue un gesto cualquiera: fue un regalo íntimo, una obra que trascendió lo material para convertirse en un testimonio de profunda unión. Desde entonces, cada pareja que se casa en esa capilla se convierte en heredera de esa promesa, renovando la fuerza de ese amor en su propia historia. La capilla es hoy el corazón de la hacienda, un espacio donde los votos no solo se pronuncian, sino que se sienten como parte de un legado.

Hacienda Gentileza

El arte de criar al Caballo Peruano de Paso en Hacienda Gentileza

En Hacienda Gentileza, cada caballo peruano de paso es mucho más que un animal: es un símbolo vivo del Perú, de su tradición y de su espíritu noble. Desde el primer instante, cuando una cría llega al mundo, nuestro compromiso es acercarla al ser humano de manera amigable, con respeto y cariño. Creemos que ese primer contacto define la relación para toda la vida, pues el caballo aprende a reconocernos no como dominadores, sino como compañeros de camino.

El proceso de crianza y amansamiento es una ceremonia diaria de paciencia y dedicación. Nuestros chalanes conviven con los caballos cuidándolos con pasión y paciencia. Es un ritual que honra la confianza, porque sabemos que de ese vínculo nace la verdadera docilidad.

A partir del año y medio, los jóvenes caballos inician su entrenamiento en el torno, donde poco a poco reconocen las órdenes del hombre mientras fortalecen su cuello y sus patas. Pero en la hacienda nunca forzamos el proceso: cada animal tiene su propio ritmo, determinado por su musculatura, sus tendones y su constitución. Respetamos esa singularidad porque creemos que forzar la naturaleza sería traicionar su nobleza.

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Recién a los tres años reciben la primera silla, y con ella comienza la enfrenadura, un proceso que dura aproximadamente un año. Lo hacemos con un seguimiento cuidadoso y respetuoso, registrando cada avance y cada respuesta del animal. Nunca buscamos el dominio a través de la fuerza, sino la comprensión: el caballo debe aceptar al hombre como guía, no como opresor.

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Así, el embozalamiento y la colocación del freno no se entienden aquí como un acto de poder, sino como un pacto silencioso. Sabemos que un caballo sometido con violencia se convierte en un animal temeroso y resentido; en cambio, un caballo educado con paciencia y dulzura se transforma en un compañero generoso y elegante.

Cuando culmina este proceso, el caballo peruano de paso de Hacienda Gentileza está listo para ser montado por cualquier chalán, desde un aficionado hasta un jinete experimentado. Y todos, sin excepción, quedan maravillados por su docilidad, suavidad y temple. Visitantes de Canadá, Estados Unidos, México, Colombia, Argentina, Chile, Nicaragua, España, Italia y Costa Rica han coincidido en lo mismo: la experiencia de montar a uno de nuestros caballos no es solo un paseo, es un viaje al alma del Perú.

En cada paso cadencioso, en cada movimiento elegante, vive nuestra historia, nuestra cultura y nuestro amor por la tradición. Porque en Hacienda Gentileza criar caballos no es un oficio: es honrar la herencia de un país que late en cada uno de ellos.

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